Desde pequeño, el cine siempre formó parte de su vida. Si bien en un inicio, no pensó en dedicarse a este rubro, la vida lo llevó por un camino en el que encontró su propia pasión, en donde las historias cinematográficas abrazan cada una de sus experiencias.
Fue un 17 de septiembre de 1945 cuando en la Ciudad de México nació Alejandro Pelayo Rangel, un hombre que, gracias a su trabajo constante logró posicionarse como un reconocido director, productor y guionista.
Sus recuerdos son exactos. Mantiene vivas las memorias de niño, cuando acompañaba a su padre, el actor de la época de oro del cine mexicano, Luis Manuel Pelayo a su trabajo en la radio para grabar la voz de Kalimán, así como a distintas funciones de cine.
“Me acuerdo de una película que me impresionó mucho que se llama Lili, de 1953, que tiene que ver con títeres, protagonizada por Leslie Caron y Mel Ferrer. Me gustaba mucho que afuera del cine vendían los títeres y me los compraban. Me gustaba mucho el cine, veía películas que no eran para niños y eran mis preferidas por ser prohibidas”.
Ese amor por el cine continuó durante la primaria y secundaria. Sus papás se divorciaron; su mamá Bertha Rangel contrajo nupcias nuevamente con Eugenio Paredes Ramos y ambos procrearon a su media hermana, la senadora Beatriz Paredes.
“Mi forma de diversión era ir al cine, ver una película o varias, ya que en ese entonces existía la permanencia voluntaria, te podías quedar el tiempo que quisieras”, dijo Pelayo.
UN ABOGADO CINÉFILO
Y aunque su amor se encontraba en una sala de cine, su carrera profesional se alejó un poco de este medio. Recuerda que en la época de los cincuenta el bachillerato era de dos años; en tercero de secundaria, el estudiante tenía la opción de escoger qué especialidad quería estudiar, por lo que Pelayo se inclinó por la rama de lo social.
Su educación básica la cursó en el Colegio México, en la colonia Roma, de la capital, pero para la preparatoria se cambió al Centro Universitario México. Estudió y se tituló de la carrera de Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México.
En la universidad descubrió un cine totalmente distinto al comercial que acostumbraba ver. Federico Fellini, Ingmar Bergman, y Alfred Hitchcock fueron algunos de los cineastas que marcaron su crecimiento.
“Los fines de semana me iba al CUC (Centro Universitario Cultural) a ver películas, entonces me empecé a volver cinéfilo. Acabé la carrera (en Derecho) y daba clases que tenían que ver con doctrinas políticas sociales, en el ITAM. Ahí hubo una promoción para mandar profesores para hacer una maestría en administración porque el ITAM era muy fuerte en economía, tenía dos carreras, una en Administración y otra en Contabilidad que querían fortalecer, por eso mandaban a hacer posgrados a sus profesores”, aseguró Pelayo.
Concretó su maestría en Administración en el Tec de Monterrey, pero su amor por el arte aún se mantenía como una espinita dentro de su ser; eso lo motivó a meterse a un taller de actuación, ahí, además de conocer a nuevos amigos como el director de cine Diego López, también le enseñaron distintas técnicas de dirección, que era el rubro en el que quería especializarse.
“Yo no quiero ser actor”, decía Pelayo en el taller donde se inscribió. “Estoy aquí porque quiero ser director y quiero saber cómo se dirigen a los actores, cómo se forma un actor”, recuerda.
Sin aún cambiar de giro en su carrera, Pelayo corrió con la suerte de conocer a Alfonso Arau quien lo invitó a formar una compañía cinematográfica de nombre DASA (Directores Asociados); la mayoría de los socios eran los directores de cine más importantes en esa época como Arau, José Estrada, y Alberto Isaac.
“Entré como gerente y mi función era negociar los contratos con CONACINE (Corporación Nacional Cinematográfica) que se había fundado en 1974. Yo estaba en la parte jurídica, la gerencia para supervisar los presupuestos, entré por el lado de la producción”, dijo.
ENTRE EL CINE Y EL SERVICIO PÚBLICO
A pesar de que quiso ingresar al CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) fue complicado; sin embargo, no desistió, así que en vez de ser estudiante, entró como profesor impartiendo la materia de Mercadotecnia aplicada al cine y, en sus tiempos libres, se iba de oyente a las materias que más le llamaban la atención.
Viajó a Londres a estudiar un Diplomado en Cine y Televisión en la London College of Printing; a su regreso volvió como profesor del ITAM, pero ya no en el área de economía, sino social, dando clases de Historia del Cine.
Alejandro Pelayo estuvo dos años como Jefe de Programación de la Cineteca Nacional a finales de la década de los setentas y principios de los años ochenta. Al cambiar de trabajo y mientras se desarrollaba como funcionario dentro del Instituto Nacional de Bellas Artes, Pelayo concretó su ópera prima La víspera (1982), con la que ganó dos premios Ariel en las categorías de Mejor Argumento Original y Mejor Ópera Prima.
Le siguieron las películas Días difíciles (1988) y Morir en el golfo (1990), así como Miroslava (1993), ésta última cinta como un encargo del entonces director del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), Ignacio Durán, pero ¿por qué decidió alejarse del cine cuando ya incluso contaba con tres premios Ariel, de cuatro largometrajes que había hecho?
“Porque me quedé sin un proyecto personal, lo que me ofrecían no me hacía sentir a gusto. Me quedé sin ideas. En las primeras tres películas había un tema principal que era el del poder, La víspera era sobre el poder internamente, este político que espera que lo llamen; Días difíciles, un tema político sobre el poder, ambas las desarrollé desde la época en la que me fui a Londres”, aseguró.
“Dejé de hacer cine porque me quedé sin ideas. Una vez que termine mi trabajo como director en la Cineteca que puede ser en año y medio por el cambio de gobierno, a lo mejor vuelvo a hacer cine otra vez”, indicó.
RECONOCE LA LABOR DE LOS CINEASTAS
Aunque ya no se enfocaba en dirigir películas, Pelayo creó un programa de 62 episodios que llevó por título Los que hicieron nuestro cine que abarcó un periodo de entre 1983 y 1985, en donde se rinde homenaje a aquellos cineastas que han despuntado con distintos proyectos.
Para 1994 lanzó una segunda parte de esa serie, ahora bajo el nombre de Los que hacen nuestro cine, que abarcó hasta el 2000, nuevamente con 60 capítulos.
“Actualmente estoy haciendo la tercera parte de la serie, que sigue siendo bajo la premisa de honrar a todos nuestros cineastas, hoy, por ejemplo, hay muchas directoras de cine que necesitan ese reconocimiento”, aseguró.
Esta es una coproducción con el canal 14; Pelayo tiene previsto estrenar 26 episodios este año y otros 26 el próximo, en una nueva temporada y así abarcar el periodo de 2000 a 2023.
“Es una curaduría, tienes que decidir en un grupo cuáles son las mejores películas como Amores perros, Perfume de violetas, El violín, aquellas que ganaron premios, que fueron las más importantes de su época, las que estuvieron en festivales, las que todos coinciden con que son las mejores películas”.
ÉPOCA DE ORO ES IRREPETIBLE
Sobre el balance del cine mexicano hoy, así como una comparativa entre el trabajo actual y la época de oro, el cineasta respondió: “A esa época ya no se va a regresar, ya es parte de nuestro pasado, ahora hay un boom como nunca para los cineastas, técnicos, hay mucho trabajo porque simultáneamente se están haciendo series y películas. Yo creo que hay como un abanico de producción, una producción de tipo más artística que es la que tiene que apoyar el estado. Estamos viviendo un buen momento porque nuestros cineastas tienen trabajo.
“En términos nuestros, como cine mexicano, creo que es un buen momento, es una industria sana, que combina películas comerciales como las comedias que tienen mucho éxito, con películas más artísticas que tienen la necesidad del apoyo estatal, nosotros como Cineteca apoyamos películas con una búsqueda artística”, sostuvo.
Antes Alejandro Pelayo ya había fungido como director de la Cineteca Nacional, renunció porque Rafael Tovar y de Teresa, entonces presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes le pidió hacerse cargo del IMCINE, que dirigió de 1999 a 2000.
Durante el periodo de gestión del Partido Acción Nacional, Pelayo se desempeñó como agregado cultural en el consulado de México en Los Ángeles, en su “exilio dorado”.
Al regresar el PRI al poder, volvió a ser director de la Cineteca Nacional, cargo que ha mantenido hasta el momento.
LAS TRES CINETECAS
Ahora, se enfoca en planes a futuro, como la inauguración de dos nuevas Cinetecas en la Ciudad de México, una ubicada en el Centro Nacional de las Artes, pues “la Secretaría de Cultura decidió no ampliar la concesión sino regresar los bienes, toda la edificación ya era de cultura. Se hizo convenio con Cinemex para adquirirle a lo largo de unos 18 meses, hasta el final de sexenio, para irles pagando mensualmente el valor de las cosas que nos dejan”, confirmó acerca del cambio del complejo Cinemex a la nueva sede de la Cineteca.
Se tiene previsto que la inauguración se lleve a cabo en julio. El complejo incluirá 12 salas de exhibición, áreas verdes y de descanso.
La segunda Cineteca estará ubicada en la cuarta sección del Bosque de Chapultepec, la cual se pretende inaugurar en otoño. “Ya tenemos el equipo de esa Cineteca, equipo de alta tecnología, proyectores láser, todo el sonido, lo último en tecnología”, dijo el director.
Y mientras tanto, en la actual Cineteca Nacional se preparan para el próximo año celebrar los 50 años de existencia del recinto. “Echaremos la casa por la ventana, tendremos muchos ciclos de cine cada mes, invitaremos a muchos directores, habrá programación especial sobre eventos para celebrar los 50 años.
“Se están renovando las salas, cambiando alfombras, limpiando butacas, traeremos proyectores de última generación, el público sentirá los cambios, sin duda”, finalizó.