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La escritura es libertad, dice Sergio Ramírez, escritor recién premiado con el Honoris Causa de la UdeG
GUADALAJARA. A más de dos mil kilómetros de Managua, la capital de su país, donde tiene una orden de aprehensión desde 2021, tras la prohibición de su novela “Tongolele no sabía bailar”, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, de 82 años, confiesa que no todo en el exilio ha sido malo, ya que le ha permitido conocer otras culturas y tener otra perspectiva de su propio pueblo. Sin embargo, reconoce que esta condición ha cambiado su forma de escritura de manera irremediable.
Memoria e imaginación
“La literatura en el exilio se vuelve diferente. Hay un mecanismo de la memoria y la imaginación que funciona en relación con esa distancia insalvable con el país al que uno no puede volver y donde uno tiene sus raíces lingüísticas y también afectivas. Es algo difícil, porque la literatura está construida de palabras y el nutriente mayor de un escritor es la lengua oral que escucha todos los días en su medio ambiente, es algo con lo que se nace y las palabras se pegan a la piel.
“Eso para un escritor de mi edad ya no se puede cambiar, yo nací y tengo este lenguaje que es mío, por lo que tengo que buscar cómo acercarme a él, usando la memoria. Si acaso hay una ventaja para un escritor es la nostalgia, que es un elemento literario. Ver con nostalgia al país exacerba la imaginación y posiblemente también a la escritura”, explica el novelista Sergio Ramírez, en entrevista con El Sol de México, desde una sala apartada de los mares de personas que abarrotan la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2024.
En relación con esto, y contento por haber sido nombrado con el título de Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara, el escritor ahonda en algunos temas que mencionó en el sentido discurso de agradecimiento. Entre ellos el reconocerse parte de “la larga tradición de escritores, que han pagado un alto precio por las palabras, como el exilio, y muchas veces con la cárcel, o hasta con la muerte”, desde Ovidio, hasta Pablo Neruda, Juan Carlos Onetti, Rodolfo Walsh, Rómulo Gallegos o Mario Benedetti. “Una lista ejemplar nada más, porque son muchos para mencionarlos a todos”.
“Siempre ha habido una tensión constante entre escritura y poder en América Latina, desde las luchas contra los regímenes coloniales y también después de ellas. De la independencia hasta acá, esa tensión ha estado presente entre el intelectual y el militar, entre el caudillo y el escritor. Hay un desacuerdo profundo porque el poder siempre tiende a monopolizarla o domesticarla, para que estén al servicio del discurso oficial. El poder no quiere desafíos y la escritura es todo lo opuesto, es contradicción, es libertad”, afirma el escritor, que en 2017 se convirtió en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes.
La literatura tiene que ser literatura
Ramírez se opuso a la dictadura de Anastasio Somoza, al colaborar con el Grupo de los 12, en apoyo a la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional; fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, durante el gobierno de Daniel Ortega; candidato a presidente en 1996 y pasó a ser crítico de ese régimen que ahora lo mantiene en el exilio.
Por eso en su discurso, al aceptar el premio Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara, Ramírez dijo que había sido derrotado en lo político, pero se mantiene en constante lucha a través de la literatura, la cual tendrá permanencia a lo largo del tiempo
“La palabra siempre permanece viva. Yo creo que cuando un lector abre un libro, independientemente del tiempo, puede identificarse con lo que está escrito ahí, porque al fin y al cabo la literatura lo que narra son los dramas de la vida humana, su condición. Los libros en sí no son sobre migración o regímenes militares, son sobre las personas que son afectadas por ellos”, afirma el escritor al que se le pregunta por el polémico concepto de “literatura comprometida”.
“La literatura tiene que ser antes que nada literatura. Yo contra lo comprometido no tengo nada, pero tiene que ser literatura. Cuando la literatura se quiere usar como arma de propaganda para defender ideologías e ideas, sistemas políticos, no funciona, no sirve.
“La literatura es una construcción que habla de los seres humanos y busca comunicarse con el lector a través de la exposición de lo que son los conflictos de los mismos seres humanos, si el contexto es anormal eso va a surgir inevitablemente en la literatura”, asegura, el autor de la novela “Margarita, está linda la mar”, con la que ganó el Premio Alfaguara en 1998.
El boom abrió puertas
Como personaje que fue cercano a Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, representantes del llamado Boom Latinoamericano, Sergio Ramírez reafirmó la importancia histórica de este movimiento literario a medio siglo de su estallido.
“Muchos de ellos fueron libros de juventud (de sus autores) que se volvieron clásicos como “La ciudad y los perros” y un hito que le dio continuidad a un fenómeno cada vez más expansivo. Con el Boom hablábamos de cinco o seis escritores hoy estamos hablando de decenas y no es un asunto numérico, sino de calidad, tenemos escritores de muchísima calidad multiplicados. Esto con un plus adicional, que es el reconocimiento de las mujeres en la primera fila de la escritura latinoamericana, y eso era casi imposible” dijo el doctor.
Como asiduo invitado de la FIL desde hace más de 30 años, el escritor se mostró agradecido con el encuentro literario, porque este año él fue el curador del programa de España, país invitado de honor: “Este fue un proyecto en el que participaron muchos y que yo presenté, en el buscamos mostrar la importancia de lo literario y lo festivo de España.
“Para eso fue muy importante el lema de esta edición de la feria ‘Camino de ida y vuelta’, tenemos que poner énfasis en que España es eso, una cultura que va y viene para muchos países y en el caso de México, del exilio español que llegó aquí”, finalizó.