“Nadie vive pensando que es una mala persona; sin embargo, el mal existe en la sociedad”, ataja el escritor Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) quien se apoya de la ficción para narrar una historia de terror: el abuso sexual a menores de edad en un grupo religioso bajo el velo del fanatismo, la fe, el poder y el silencio. Se trata de su más reciente novela Y líbranos del mal (Seix Barral) que representa el regreso del autor a la literatura tras cinco años de ausencia.
“Es una serie de abusos en una congregación religiosa muy conservadora y muy cercana a mi vida donde habían estado familiares míos y gente que conocía. Cuando me enteré de esto me impactó cómo podía haber ocurrido a mucha gente en el más completo silencio, sin que nadie dijese lo que estuviera ocurriendo y entre las pequeñas historias que me contaban, hubo un relato sobre uno de los peores depredadores que escapó del país y tuvo un hijo y siempre me pregunté si ese hijo sabía lo que había ocurrido”, explicó en entrevista Roncagliolo, quien regresa metafóricamente a su natal Perú para reconstruir el relato.
Así desde la mirada del joven Jimmy, un extraño en su propio país, el autor comienza un viaje al pasado para reconstruir una de las historias de mayor maldad, la pederastia en nombre de la fe religiosa. “Me di cuenta que tenía una historia a la que se podía llegar sólo mediante la ficción porque las fuentes no me darían información para armar una historia periodística, sino que tenía que ser desde la ficción que me permitía iluminar esa zona oscura y tratar de especular qué ocurrió allá atrás”, refirió el también autor de Abril rojo (2006), ganadora del premio Alfaguara.
La historia comienza cuando Jimmy se da cuenta que a pesar de la aparente perfección de su familia y su vida en general, hay algo que no le falta para sentirse completo; entonces viaja a Perú con su abuela para encontrar el pasado de su padre, y así encontrarse a sí mismo. El trayecto a la memoria se convierte en un martirio en el silencio de su propia familia que oculta los secretos más tenebrosos.
El autor no busca señalar culpables o inocentes, sino más bien sentar una serie de preguntas sobre la maldad humana, el silencio como defensa social, la crueldad, el poder, el control del uno sobre el otro. Así, afirmó, la novela se convierte en una suerte de autoreflexión del propio lector el único que podrá completar con sus juicios personales los “huecos” de la historia y señalar a un posible culpable.
Por ejemplo, en el relato, la abuela representa a quien se amuralla en el silencio para evitar el dolor de reconocer los errores del pasado, y, en opinión del autor, todas las personas tienen una faceta de no querer admitir la realidad en un intento por desaparecerla.
“Todas las sociedades tienen cosas de las que no hablan y de las que prefieren fingir que no están y es lo que sucede en el casco de los abusos, de cualquier tipo, es algo que te hace alguien que dice que te quiere, así que todos los garantes de esa relación llena de maldad y que puede ser entre padre a hijo, maestro a discípulo, o de pareja, se convierten en cómplices porque creen que eso es un problema personal y el mejor refugio para el daño ocurre en el silencio”, definió el también guionista.
La novela insiste, a través de los diferentes personajes, en la maldad del ser humano, y Roncagliolo reflexiona que toda la gente, hombres y mujeres, se niegan como personas malas mientras que miran esa perversidad en el otro.
“Nadie cree que es malo, Hitler no vivía pensando que era una mala persona; sin embargo, el mal existe y me parece un punto de vista interesante para narrar la vida, pues las novelas se hacen para sacarte de tu zona de confort”, concluyó.